domingo, 17 de abril de 2011

El Neoclásico

"Muerte de Marat" por Jacques-Louis David

"Retrato de Mme. Recamier" por Jacques-Louis David

“Grande Odalisque” por Jean-Dominique Ingres

"El juramento de los Horacios" por Jacques-Louis David

Para entender lo que representó el neoclásico en la pintura tenemos que verlo como una especie de retorno a los ideales clásicos; un movimiento estético que en un principio muchos consideraron como un estilo “frío e imitativo de los modelos de Grecia y Roma”, mientras por otra parte tenía mucho de reacción ante los excesos del tema mundano o cortesano que caracterizó al movimiento rococo, última fase del barroco y antecedente inmediato del neoclásico.

Se ha repetido de manera incesante que “al no disponer de modelos de pintura clásica los artistas neoclásicos se basaron en la esculturas clásicas para la realización de sus obras, a las que posteriormente aplicaban un color convencional o simplemente dejaban sin color”. Definitivamente la vida suele ser más complicada y ayer igual que hoy la mayoría de los amantes de las artes han sido y son lo suficientemente profundos como para aceptar una explicación tan difundida como simplista, que sólo ha logrado añadir confusíon a uno de los períodos más importantes en la historia del arte.

Cualquier espectador situado ante la “Grande Odalisque” del pintor francés Jean-Dominique Ingres (1780-1867), no verá nada semejante al frío mármol escultórico, pues por el contrario va a maravillarse al ver como el artista supo sacar partido a líneas y colores para crear la belleza de un desnudo de turgentes y palpitantes carnes que invitan a ser tocadas. Por otro lado como alguién puede referirse de la pintura el Juramento de los Horacios de David como “la aplicación de un color convencional.” De esta obra, y sin entrar en un análisis profundo, hay dos aspectos claves que no queremos dejar de señalar; el primero tiene que ver en como David balancea la luz de ambos grupos laterales para resaltar la figura central que porta tres espadas y viste una túnica roja que surcada de pliegues establece un espectacular juego de luz y sombras sobre un fondo que casi al perderse en el negro crea un ambiente de dramático heroismo y acentuada tridimensionalidad.

Y para aquellos que dicen que los artistas neoclásicos “al no disponer de modelos de pintura clásica se basaron en las esculturas del período clásico para la realización de sus obras”. Nada más lejos de la verdad resulta esta afirmación, pues lo que en muchas ocasiones hicieron fue desarrollar sus obras en base a viejas leyendas históricas o la propia mitología griega o romana. Tomando como ejemplo el cuadro que nos ocupa -El Juramento de los Horacios- del cual se conoce que su autor, Jacques-Louis David (1748-1825) tomó este episodio del historiador romano Livy, para exaltar los ideales republicanos de la Francia de finales del siglo XVIII.

La pintura neoclásica posee algunas características de estilo y formas que las hacen facilmente reconocibles. Una de ellas es aquella donde se resaltan las virtudes patrióticas o ciudadanas en los temas representados (ver Muerte de Marat por David). La simple y serena belleza de algunos personajes como en el caso del retrato de Mme. Recamier, es otra de las características de una escuela que por sobre todo se destacó por la representación de temas de sobria y austera moralidad.

Roberto J. Cayuso

domingo, 10 de abril de 2011

La vanguardia


Sin entrar a considerar las condiciones socio-políticas que produjeron la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y que en no poca medida influyeron en el nacimiento y posterior desarrollo de la más grande revolución plástica de todos los tiempos que va a cambiar para siempre la forma de hacer y entender un nuevo arte que tenía su antecedente inmediato con los post-impresionistas y otros artistas anteriores que de manera aislada, a través de sus trabajos, fueron decisivos en la nueva formulación de colores y contenidos que los van a colocar como precursores de ese nuevo arte que ha de traer consigo el siglo XX. En este nuevo siglo del cual muchos fuimos testigos de la mayor revolución estética nunca antes vista y en donde serán desmontados siglos de una manera de hacer arte y que trajo como consecuencia la mayor revolución estética de la historia cuyo sello distintivo será el progresivo abandono de un arte imitativo para dar paso a una expresión nacida de la emoción y el sentimiento.

La exposición universal de París de 1900, que duró desde el 15 de abril al 12 de noviembre fue el punto de arranque para que esta ciudad se convirtiera en el centro de diversos movimientos artísticos que iban a dominar el escenario plástico durante casi medio siglo. Aquí tuvieron su desarrollo la mayoría de las nuevas corrientes plásticas y aquí también se les dio acogida a numerosos artistas, que además fueron apoyados para expresarse y exponer sus obras sin ningún tipo de limitaciones, en una ciudad, donde está documentado que en los primeros cincuenta años del siglo XX existieron unas 130 galerías en las que expusieron unos 60,000 artistas

Conscientes de formar parte de una revolución artística en la que se encontraban algunos de los más notables creadores del momento, muchos de estos artistas trabajaron en grupos de mayor o menor extensión y así contribuyeron al desarrollo de nuevas formas de sentir y hacer un arte en el que los más variados estilos van a sucederse con una velocidad nunca antes vista en la historia del arte.

En 1905 nació oficialmente en Paris el fauvismo, en el Salón de Otoño y al año siguiente alcanzó su punto culminante en el Salón de los Independientes, iniciándose así una nueva forma de hacer que fue decisiva en el posterior desarrollo de la pintura y el arte en general del siglo XX y que es justamente el punto de partida de lo que hoy conocemos como el arte contemporáneo.

Con los fauves y su particular uso del color, nunca antes visto, comenzaron los mayores cambios en la expresión de una nueva y hasta ahora desconocida belleza que va a exigir a los espectadores un cambio de actitud ante las nuevas creaciones.

Roberto Cayuso