Ciudad de La Habana
Catedral de La Habana
Arcadio Cancio
Si miramos con detenimiento la pintura de Cancio y pensamos en la ciudad de La Habana, nos vamos a percatar de inmediato de un cierto paralelo entre ambas. Por un lado La Habana, según palabras de Alejo Carpentier, -nace de la superposición de estilos diferentes e innovados en donde poco a poco, de lo abigarrado, de lo entremezclado, de lo encajado en realidades distintas, han ido surgiendo las constantes de un empaque general que en la actualidad distingue a La Habana de otras ciudades del continente-.
Por otra parte la pintura de Arcadio Cancio, al igual que La Habana, está formada de estilos tan diferentes con los que crea una manera de hacer que además de muy personal lo ubica dentro de una corriente estilística que hoy conocemos como la Escuela de La Habana. En la construcción que Cancio hace de sus cuadros vemos una fusión entre elementos del arte barroco y el gótico, expresados con una perspectiva cubista donde los planos de color nos llegan unas veces por superposición y otras por degradación del color.
En cada pintura de Cancio hay un homenaje a su ciudad. Eso lo vemos en la costrucción de cada uno de sus cuadros de exteriores donde vemos toda una suerte de columnas de estilizados fustes y gloriosos capiteles en los que se mezclan con balcones y coloridos vitrales de medio punto como aquellos que etenuaban la luz en las casonas habaneras. Arcos y enrejados pasan de ser elementos arquitectónicos para convertirse en magia fluída de color, luz y sombras.
En el centro de todo ese espectáculo de abigarradas formas y colores resalta la mujer como eje central en muchas de sus obras. En ocasiones desnudas, pero sin erotismo flotan en el gran escenario que Cancio les prepara. Otras veces aparecen vestidas con extraños ropajes de exhuberantes colores donde conversan mientras descansan en remedos de comadritas como buscando alivio en la frescura del interior del inclemente sol tropical.
Al igual que el aroma de ciertas fragancias tienen la virtud de despertar recuerdos que el tiempo sepultó en nuestra memoria. La pintura de Cancio despierta en el espectador recuerdos de vivencias que no podemos precisar si fueron reales o imaginadas. Esa es la magia de un creador de sueños hechos realidades y capaces de transportarnos a través de nuestros recuerdos hacia paisajes que más que vividos son sentidos.
Roberto Cayuso
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