jueves, 3 de junio de 2010

El Portador


Hace mucho tiempo me dijo un anciano -a quien considero un sabio, pero en aquel entonces creía un loco- que la mayoría de las personas invertían el proceso de percepción del mundo que los rodeaba.

Aunque no entendí a qué se refería con un “proceso inverso”, lo escuché con respeto por su avanzada edad, pero nunca he podido controlar a mis ojos -rebeldes e independientes-, y como siempre, revelaron lo que pensaba.

El sonrió y recuerdo que su sonrisa me molestó mucho.

-Nuestra conciencia es la conciencia del mundo, allí está todo lo que existe- afirmó-, no existe nada que no exista. No obstante, nos limitamos a creer en la mínima parte que percibimos por alguno de nuestros cinco sentidos. Así nos han educado, ver para creer, como alguien alguna vez dijo y se invirtió el proceso.

Me mantuve en silencio, porque para mí era lógico percibir primero y después comprender sobre la base de algún precedente.

-En algún momento de tu vida comprenderás que todo lo que existe, fue primero una idea. La creación nace de la mente y es la intención quien le da forma. Por eso si no crees en algo, no lo verás nunca, aunque esté delante de tus ojos, y aquello que siempre has visto como real, es un concepto que puede variar según tus perspectivas.

Pasados los años, un hecho aparentemente intrascendente, me permitió vislumbrar la verdad de aquellas palabras.

Un día visité el lugar donde transcurrieron los felices años de mi infancia y todo me resultó diferente. Las calles más angostas que las de mis recuerdos y la casa de madera construída por las manos de mi padre, es tan pequeña que me pregunté cómo pudo vivir allí mi numerosa familia. Entonces recordé al anciano.

Más allá de la percepción que logramos alcanzar los seres humanos, existe una realidad manifiesta en toda la infinidad de la naturaleza, por ejemplo, el bosque, e río y el mar tienen sus propios lenguajes, y aquél que los desconoce puede perecer en el empeño de cruzarlos, pues lo que el hombre percibe no es exactamente toda la realidad. En ese límite no está el aspecto real del mundo, sino una forma incompleta de verlo.

Nuestras percepciones de la realidad cambian, como cambian nuestros cuerpos físicos, y eso es lo que trato de decirles a ustedes a través de esta narración, cuya lectura de hoy no será nunca igual a la que harán mañana, a pesar de que sus valores universales son inmutables.

Adrián de Souza Hernández
(Prólogo del libro "El Portador" ISBN: 959-242-085-8)

Adrián de Souza Hernández, (La Habana, 1957). Investigador, ensayista y autor de varios libros entre los que se encuentran "Echu-Elegguá: Equilibrio dinámico de la existencia", Ifá. Santa Palabra. La ética del corazón, etc.

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