viernes, 28 de mayo de 2010

Arte Cinético (Kinetic Art)

Marcel Duchamp (Rotary Glass Plates)

Marcel Duchamp (1887-1968) -Rotorrelieves-------- Naun Gabo (1890-1977)

Alexander Calder (1898-1976)

Jesús Rafael Soto (1923-2005)

El arte cinético que toma su nombre del término griego “Kinesis” se refiere basicamente a un arte con movimiento real sin importar la fuente que lo produzca la cual puede ser eléctrica, mecánica, originada por ciertas fuerzas naturales (eólicas), inducida por la mano del espectador, o esas otras que lanzan destellos lumínicos, o simplemente las que por su propia dinámica llevan al espectador a ser quien se mueva en torno a la obra.

Hay algunos especialistas que incluyen dentro del cinetismo las obras del arte óptico (Op-art). Sus argumentos se basan en que ambos estilos se desprenden de la estética del movimiento. Lo cual es refutado por un amplio sector de conocedores, quienes plantean que el movimiento en el arte óptico pertenece al campo de la ilusión y no al de la realidad.

De cualquier modo el arte cinético abrió una puerta al desarrollo artístico al sistematizar, y no digo crear el movimiento real o inducido en las artes plásticas, pues ya en 1920 Naum Gabo, Man Ray y Marcel Duchamp habían incursionado en ese campo. No obstante el trabajo realizado por este grupo de artistas primero y los que vinieron después constituyó una verdadera renovación en las artes plásticas, haciendo del espectador pasivo un participante activo que lo llevó a interactuar con la obra de arte.

La fecha que marca el lanzamiento del arte cinético, al menos de manera oficial, es el año 1955, en la galería Denise René de París con la exposición titulada: “Le Mouvement”, en la que participaron los artistas Jesús Rafael Soto, Nicholas Schöffer, Jean Tinguely y otros.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Joaquín Torres García

Joaquín Torres García (1874-1949)

Joaquín Torres García (1874-1949)

Joaquín Torres García (1874-1949) Adolph Gottieb (1903-1974)




Cuando hablamos de Joaquín Torres García, lo estamos haciendo de una de las figuras emblemáticas del arte moderno. Grande entre los grandes, fue el creador de una nueva manera de hacer que tuvo su punto de arranque en el cubismo y que él llamó “constructiva”.


Se habla de la influencia que en algún momento pudieron ejercer algunos artistas del movimiento modernista catalán en los trabajos de Torres García; pero poco se dice de la influencia y algo más que él ejerció en tantos creadores de talla como es el caso, por tan sólo citar uno, de Adolph Gottlieb (1903-1974), expresionista abstracto norteamericano.


En cierta ocasión que conversaba con el pintor cubano José Mijares, me dijo: “Yo, al igual que algunos pintores de mi generación, y otros anteriores a la mía, estamos en deuda permanente con Torres García, pues si en una parte considerable de nuestras obras están presentes elementos que aportó el cubismo, igualmente presentes están las soluciones casi sígnicas del entramado plástico creado por Torres García”.


Con todo lo de ser un gran pintor, la trascendencia de este monstruo de la creación que fue Torres García, lo constituyó el hecho de ser el creador de un nuevo lenguaje plástico tan válido para él como para otros y que no obligaba a un cambio estilístico; sino que brindaba una posibilidad de enriquecer la expresion de cada artista individualmente, pues al desarrollar una herramienta “constructiva” , dio nuevas alas a la imaginación creativa.


Lo fundamental en el aspecto constructivo de Torres García es la creación de una determinada cantidad de espacios plásticos divididos en pequeños recuadros rellenos preferentemente en colores ocres y primarios, donde van a resaltar elementos tales como lunas, barcos, peces, etc., reducidos a sus formas más elementales, donde no es raro ver una cierta numerología, en ocasiones acompañada por letras sueltas y otras por palabras que en su conjunto van a dar a sus obras un cierto carácter críptico.


Todavía está por hacer ese trabajo objetivo y minucioso que sea capaz de colocar a Torres García en el lugar que pertenece y se ganó mil veces, como decía Mijares: “a punta de pincel”.


Roberto Cayuso





miércoles, 12 de mayo de 2010

Pop Art (Arte popular)

Andy Warhol - Robert Rauschenberg - Roy Lichenstein

Con el arte “pop” se produce una corriente estética heredera del dadaismo que elevó el objeto de consumo popular y masivo, que nunca como ahora había tenido cabida en el arte, a verdaderas obras artísticas que pronto iban a encontrar lugar en los más prestigiosos museos y galerías del mundo.

Esta modalidad artística se popularizó a comienzo de los años 60’ en norteamérica ; aunque ya en 1955 en Inglaterra, el crítico inglés Lawrence Alloway acuñó el término “pop” para referirse a un nuevo arte que se expresaba mediante el empleo de objetos de producción masiva presentes en nuestro diario acontecer.

Así hicieron su arribo al mundo del arte las famosas latas de sopas Campbell’s, de Andy Warhol, o "Las ropas de una cama manchadas de pintura" de Robert Rauschemberg, del año 1955. Todas estas creaciones iban acompañadas de un cierto toque ironizante que nos muestra la esencia constitutiva de una cultura popular en la que tuvieron cabida desde los “comics” hasta las fotografías.

Definitivamente en la representación del elemento popular, como base principalísima de un arte por excelencia citadino y alejado de la naturaleza, existe un ataque directo a una sociedad de consumo y de falsos valores que propugna, muchas veces convertidos, por la propaganda masiva de los diferentes medios, como verdaderos íconos de nuestra existencia. Es por todo eso y más que se considera el "pop" como una manifestación tan irreverente como juvenil que se desenmarcó de los valores tradicionales creando, en su momento, una verdadera cultura de masas.

Entre los artistas más significativos del “pop” se encuentran: Jasper John, Robert Rauschenberg, Claes Oldenburg, Andy Warhol, George Segal, Jim Dine, Tom Wesselmann, Roy Lichenstein, James Rosenquist, Robert Indianna, Allen Jones, Peter Blake, Jacques Monory, Eduardo Paolozzi, Valerio Adami, etc.


Roberto Cayuso

jueves, 6 de mayo de 2010

El mundo de José Mijares


Tal vez el único que vea como son realmente las cosas es el artista. Indudablemente éste es el hombre que lleva el mundo por dentro. El es como un agua, una transparencia, una linfa diáfana que la luz traspasa y al hacerlo, se quiebra en todos los matices. El le descubre a la luz sus insondables posibilidades de color y de sombra, y allí, entre una y otra aparece, exacta, sorprendida en su instante, suspensa en la eternidad, la forma.

Tras de cada cosa, en el nervio mismo de la realidad sensible, en la esencia original de lo que se padece o se siente, está una línea matemáticamente pura, justa en su contorno, única en su distribución y proporciones, que dice por qué y para qué ha de ser. Es la razón última de los seres que están en la existencia, cuyo valor reside en su propia presencia imborrable, en algún momento ineludible y siempre infinitamente penetrable.

Ahí encontramos que la existencia es misterio: realidad que se nos revela gratuitamente, sin entregarnos jamás su posibilidad extrema, como si siempre hubiera un más allá, un ámbito inagotable en el que seguimos siendo. Y he aquí el quid del misterio: en que a través de él vamos siendo y persistiendo nosotros, como si la vida toda se compusiera de lo que somos, como un conforto, que nos aleja de la muerte, y confirmamos que vamos a estar vivos, no importa cuándo ni cómo, en lo que es y ha sido nuestro, y a lo que pertenecemos.

Un artista es siempre su ciudad –aunque ésta sea un barco de velamen desgarrado al que el oleaje y la ventisca arrastran-. Ciudad es allí donde llantamos y, a veces, donde el llanto nos moja el pan que roemos, donde jugamos y por donde atravesamos, por cuyos aleros se deshace el viento, canción o trapo de las tendederas; y en donde amamos.

Porque hay lugares para pernoctar y sitios para ir muriendo, pero en la ciudad mía, entre sus piedras sacras, cabe la mar que bate en sus orillas, en donde estoy siempre que amo. Amo aquí y acullá, pero es allá, frente a mis verjas o mis albarradas, donde estoy amando.

Sólo el artista puede asumir la ciudad completa como si fuera una hostia de soles y techumbres víctima de todos los desmanes del hombre y la intemperie, novia y esposa a la vez: contemplada, la idolatrada en su virginal distancia, y la penetrada, la absorbida en sus sangres, adonde fluyen nuestros mejores sueros.

Un día sabemos que somos el hombre y la ciudad, sin hendijones ni separamientos, continuidad de piel que siente y es sentida, navegación profunda, sufrimiento de las mil gamas lúcidas de la opulencia. Ciudad es dar e ir procreando para colmarse en el derramamiento, y ser lo mismo la encandilada noche que un perfume, un busto de mujer o una corona, un pájaro quebrado, una amatista o el coro de los pescadores en el Puerto.

Mijares es…, por supuesto: Mijares. Una entrada de luz del Puerto. Morro, Cárcel, Prado, cementerio, balconaje de la calle Gervasio, portón inmenso abierto en El Angel, retorcida esquina de Apodaca, jarra de bronce y buganvilla, león, granito y páramos de losas. La Habana es… todo lo que recordamos… y el viento de marzo, ladrón de papalotes, el canario escapado de la abuela y las verticals hojas, como hombres erguidos, de asombroso señorío. Qué masculinoazul que purifica, como una justicia larga y esperada, toda la indagación que permitió la carne! …

Este es un fragmento del ensayo de Jorge Valls para el libro “El mundo de José Mijares (1992)”. Una edición bilingue (inglés y español). Producida por Marpad Art Gallery y editada por Roberto Cayuso.